La Semana Grande de Donostia
Hace veintitrés años en Bilbao se produjo un fenómeno socialmente insólito para una población de sus características y dimensiones. Para los menores de treinta y pocos años, Aste Nagusia es algo "de toda la vida" y para los que rebasan esa edad, aunque ya remoto, recuerdan aquellos veranos.
En el verano (agosto) de 1.977 y años precedentes: Bilbao era un desierto. Las vacaciones concentradas en ese mes dejaban despoblada la Villa, había más bilbainos/as fuera que en casa, lo que hacía que la hostelería se sumara al éxodo y también cogiera vacaciones.
Y en ese mes ocurría, es un decir, la Semana Grande, que ni si quiera tenía eco en la prensa, salvo algún suelto anuncio de algún aislado festejo, tal como combates de boxeo o lucha en un Ring instalado en una balsa fondeada en la Ría, o algún alarde de Danzas Vascas de la Sección Femenina. Las barracas se movían como apestadas de ubicación en ubicación cada vez más marginadas, convirtiéndose para los barraqueros Bilbao en plaza de segunda.
Y los toros, las corridas generales, el único residuo de la Semana Grande y la presencia de algunas compañías de teatro que en hacían sus giras "por provincias" recalaban en Bilbao.
Durante una semana las calles y plazas de Donostia se llenan de espectáculos y festejos para todos los gustos y edades, destacando los fuegos artificiales, conciertos, ambiente callejero y todo tipo de eventos de carácter tradicional. Destaca el concurso Internacional de Fuegos Artificiales, el Zezen-Zuzko (Toro de Fuego), festivales de música, danza, desfiles de Gigantes y Cabezudos.
El día 31 de agosto merece la pena pasarse a media noche por la calle del mismo nombre y ver un espectáculo único. Toda ella se ilumina con velas en rememoración del incendio de 1813
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